El té chino fermentado, como el puerh, es originario de la antigua China y tiene una historia tan singular como sus cualidades.
El té chino fermentado es también conocido como «dark tea«, por el color oscuro de su infusión y existen varios tipos a partir de que empezó a elaborarse desde el año 900.
La ruta del té
Con este nombre se le conocía al sendero que se utilizaba para comercializar el té a más regiones de China y a países cercanos. Pasaba por montañas, valles, ríos y regiones con climas muy variados.
Para que grandes cantidades de té pudieran ser llevadas por este largo camino, las hojas del té eran comprimidas en bloques, discos o pequeños nidos.
El té debía mantenerse seco para conservar sus propiedades después de su procesamiento y empaque. Pero como los climas eran variables, se cuenta que en algunas ocasiones, las lluvias alcanzaban a mojar el té y estos eran rechazados, pues se consideraba que estaban arruinados.
La leyenda
Según se cuenta, en uno de los pueblos cercanos hubo un brote de disentería. En su desesperación, y sin más qé perder, los habitantes bebieron la infusión del té «dañado» y… ¡todos se curaron!
Té chino fermentado
En sus inicios, el origen del té chino fue accidental y casi indeseado. Las levaduras y los hongos derivados de la humedad añejan el té. Mientras más tiempo se fermente este té chino, mejor es sabor, aroma y textura.
El proceso de fermentación
Los pasos para tener un buen té fermentado se resumen a:
- Recolectar las hojas de té.
- Marchitarlas bajo techo en esterillas de bambú.
- Tostar las hojas para detener la oxidación.
- Enrular las hojitas.
- Dejarlas secar al sol.
- Para la fermentación, las hojas se amontonan en pequeñas montañas cubiertas por yute o mantas húmedas. Las hojas son movidas y humedecidas constantemente cerca de un mes.
Al finalizar, se deja secar y ¡listo!
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